domingo, junio 24, 2007

Amores Perros: Una película violenta

El primer largometraje del mexicano Alejandro Gonzáles Iñárritu, “Amores Perros” (1999) es una ácida mirada a la realidad social mexicana. A través de sus personajes principales, el director mexicano nos cuenta tres historias entrelazadas en un aparatoso accidente de tránsito que marca la vida de Octavio, Valeria y el Chivo. Esta película puede entenderse como tres historias que se retroalimentan entre sí.
“Amores perros” es también la primera entrega de la trilogía dirigida por Gonzáles Iñárritu a la que le siguen “21 gramos” y “Babel”. “Amores Perros” además fue un éxito de cartelera y ganó el Oscar en el año 2000 por mejor película extranjera.

Punto de partida
La película comienza con las calles de ciudad de México vista desde la ventana de un carro en movimiento durante una confusa persecución. Uno de los personajes, alrededor de los que gira la película, conduce el automóvil. En el asiento trasero, un perro Rottweiler se desangra y otro chico intenta detener la hemorragia con las manos. Esta persecución dura unos cuantos minutos y nuestro personaje, Octavio, pierde de vista a la camioneta que lo sigue y celebra el haber perdido a aquellos “pinches mamones”. Sin embargo, la camioneta vuelve a aparecer y Octavio toma la decisión de pisar el acelerador y pasarse una luz roja.
El accidente de tránsito con el que comienza “Amores perros” es quizá uno de los mejores comienzos con los que cuenta el cine latinoamericano de los últimos años y refleja de manera certera lo que vendrá a ser el resto de “Amores perros”. Al aparatoso choque entre Octavio y Valeria le sigue un fade out que da inicio a la primera parte del filme. Este accidente se repetirá por lo menos unas tres veces, dándole a la producción una estructura no lineal.
Peleas de perros
La primera parte del largometraje es sin duda la que merece más atención y la que hace de “Amores perros” una película singular.
Al principio la escena del accidente es vista desde el punto de vista de Octavio, lo que hace que su historia sea la más importante. Según palabras propias del director, su intención al filmar esta escena fue retratar la claustrofobia, la angustia y el miedo que siente alguien al ser perseguido en ciudad de México. (Es además, una escena de persecución de cine independiente bien lograda, tomando en cuenta el bajo presupuesto de la producción, en comparación con las persecuciones habituales del cine de Hollywood.)
Gonzáles Iñárritu utiliza muy bien los movimientos de cámara para transmitir el encanto y la naturalidad con la que se vive en el tercer mundo (y es, por eso también, una buena película independiente). La escena que le sigue es cruel y sangrienta y retrata el submundo de las peleas de perros en México. Hay dinero, envidia, traición y mucha sangre, que es lo que al fin y al cabo retrata “Amores perros”.
El triángulo amoroso que involucra a Octavio con su cuñada Susana se desarrolla en ambientes familiares como la cocina, la lavandería o las habitaciones de ambos. La violencia que descarga Ramiro, el hermano de Octavio, contra su propia esposa y su familia responde a un machismo harto conocido en México y el resto de Latinoamérica.
En esta parte de la película también se respira aquello conocido como “amor prohibido” (en un principio es “amor no correspondido”) y será el motor para que Octavio se involucre en el negocio de las peleas de perros. Así Cofi, el perro de Ramiro, tiene la estrella del asesino por naturaleza y durante todo el filme no pierde ni una sola pelea. Octavio lo utiliza para hacer dinero y para convencer a Susana de huir con él.
Es cuando se da el postulado de la película: el amor es traición (o al menos una arista de lo que es el amor) y por eso Susana traiciona a Octavio. Y luego de una muy buena racha de sangre, peleas de perros y sexo sobre la lavadora, Octavio cae más hondo que nunca. Por eso, en menos de 24 horas se da la venganza, el abandono y finalmente el accidente.

Richi, richi, richi…
Entonces la película vuelve a empezar. El moribundo Cofi yace ensangrentado en el asiento de atrás del carro. La música es atronadora y la confusión es total. Todo sucede muy rápido. El disparo. El cuchillazo. Y todo eso contrasta con la historia de Valeria y el periodista mexicano que es su amante.
Cuando Daniel finalmente se separa de su mujer y lleva a Valeria a vivir a un departamento en la zona más urbana de ciudad de México, parece que todo va a salir bien, pero se desencadena la tragedia: el choque entre las historias de Octavio y Valeria confirman la teoría universal del caos que une a las tres películas de Gonzáles Iñárritu.
Ellos, Daniel y Valeria, se aman. Pero la etapa de recuperación es difícil y se hace complicado para ambos continuar con la vida normal que antes tenían y la nueva que esperaban comenzar. La crisis se desata una vez que el pequeño perrito faldero de Valeria, llamado Richi, se mete a un hoyo abierto en el piso, quedando atrapado en el subsuelo (una especie de limbo oscuro lleno de ratas entre un piso y otro). Conforme pasan los días, la bella pero incapacitada Valeria se pasa el tiempo esperando que su Richi salga del hoyo.
Pues bien, el hoyo en una metáfora de la vida que ella empieza a llevar a partir del accidente. Todo parecía ir perfecto hasta que ¡PUM! la vida le da un duro golpe del que le es imposible reponerse. Es que la vida nos golpea a veces y por más que uno quiera reponerse, no es fácil. Valeria no pudo hacerlo. Le cancelan los contratos, empieza a llenarse de celos. No fue Richi quien se hundió en el hueco. Fue Valeria.
Asesino a sueldo
Una historia que está presente desde el principio de la película es la del Chivo, un ex guerrillero y asesino a sueldo que anda por ciudad de México siendo un observador pasivo, un ropavejero que pasea junto a una jauría de perros que parece ser su única familia. Es también un elemento violento y un personaje urbano. El Chivo va caminando por la calle, matando gente, portándose como un perro callejero. Sin embargo, es un ser humano y a pesar de no exteriorizarlo, también sufre y tiene recuerdos.
¿Qué sucede con el Chivo? Un día lo va a buscar un policía corrupto con un joven ejecutivo que le pide sus servicios. Es por esto que el canoso, sucio y barbón personaje llega a la esquina indicada, el día indicado a la hora indicada, para encontrarse a su par: el Cofi. (Es así también que contemplamos desde su perspectiva el ya conocido accidente de tránsito, violento en su totalidad, el calamitoso estado de Octavio después del accidente y el triste destino de su amigo.)
Tanto el Chivo como el Cofi son personajes interesantes en una película que habla de la traición, son dos asesinos por naturaleza desalmados que se han visto, por razones de la vida, obligados a hacer de su trabajo un continuo baño de sangre.
Un día llega el Chivo a su casa, una vez que el Cofi se ha repuesto de sus heridas -como el Rottweiler fuerte que es- y se da con que está lleno de sangre pero ni una sola herida. Es cuando viene la imagen más triste y descarnada de la película (tal vez la que resume la idea total de “Amores perros”: las personas violentas son violentas porque son violentas) la jauría y la única familia que le quedaba al Chivo, sus perros, han sido cruelmente asesinados por el animal al que le salvó la vida. Por eso asesinar es una forma de vida, una forma de amar.
No es raro que el pobre Cofi haya asesinado a todos los perros, ya que era el único tipo de vida que conocía (matar a otros perros) y tampoco es raro que el Chivo lo haya dejado vivir, aceptando las cosas como eran -a pesar de haber sufrido y haber llorado-, porque ambos son iguales.
Lo que sucede a continuación es interesante, sin embargo ya no cambia el tono de la película. El Chivo deja la oscuridad y empieza a actuar con sabiduría. Es el único personaje de la película que cambia para mejor. Al final le deja un mensaje a su hija y algo de dinero. La última imagen de la película es el Chivo -Martín, se revela al final su nombre- alejándose con el Cofi hacia lo lejos, hacia una ciudad mejor tal vez, lo único cierto es que se aleja.

Conclusión
“Amores perros” se hizo de manera independiente, usando un presupuesto bajo para los estándares de las películas norteamericanas, tomando en cuenta además el éxito que tuvo y lo recaudado. Es una película bien dirigida, con buenas actuaciones y buena banda sonora.
Luego del éxito alcanzado con esta producción, Gonzáles Iñárritu volvería a probar suerte en dos ocasiones, esta vez en Hollywood, con el mismo equipo de producción. En ambas oportunidades tuvo éxito y alcanzó buenos resultados, pero lo logrado por “Amores perros” no se volverá a repetir.
Es que “Amores perros” gustó y no solo eso, sino que caló hondo en la mente del americano promedio, por lo rico de la cultura mexicana. No solo atrae el largometraje por sus escenas de violencia, por las historias que se entrelazan y por lo bien dirigida y escrita que está. En “Amores perros” está presente el machismo, la esencia urbana y tercermundista, la jerga y los colores latinos.
Las escenas además huelen a sangre, a comida, a sexo y a algo de depravación, así como el dolor: esencia latina por donde se le vea. También atrae el hecho que sea un filme tan independiente, algo que la hace aún más alentadora que “21 gramos” y “Babel”, a pesar que la última haya sido candidata a mejor película en los premios de la academia el año pasado.
En conclusión, “Amores perros” es una buena película independiente, de corte urbano, que expresa con acierto la esencia mexicana y por ende latina, que no escatima en sangre y en violencia pero que tampoco abusa de estos elementos.